.
  Nuestas Actividades Cotidianas
 

***

Seis vidas en una

Hubo un joven que pensó:
- Si pudiese experimentar varias fases de la existencia, podría librarme de toda estrechez de miras. ¿De qué sirve que a uno se le diga “Ya lo sabrás cuando seas viejo”, si para entonces habrá de ser demasiado tarde para aprovecharlo?

 

Se encontró con un hombre sabio, quien en atención a sus interrogantes, le dijo:

- Podrás encontrar la respuesta, si lo quieres.
- ¿Cómo? -preguntó el joven-.
- Mediante la transformación múltiple.  Ingiriendo ciertas bayas que yo te mostraré, podrás adelantar o retroceder en edad, o dejar de ser una “persona” y convertirte en otra.
- Yo no creo en la reencarnación.
- No es cuestión de lo que crees, sino de lo que es posible -le replicó el sabio-.

Comió las bayas y su primer deseo fue transformarse en un hombre de edad madura. Sucedido esto, se dió cuenta que aún tenía muchas limitaciones, por lo que decidió ingerir otra baya, pero esta vez para llegar a ser viejo, seguro de obtener la Sabiduría.

Ya anciano, sintió las limitaciones del cuerpo desgastado por el tiempo pero sin la experiencia que buscaba. Así volvio a ser joven, pero como cada estado tiene su forma de conocimiento correspondiente, ocurrió que de su mente desapareció la experiencia adquirida en sus dos mutaciones anteriores.

No obstante, el joven aún recordaba las bayas, y decidió hacer un tercer experimento.

Comió otra, deseando esta vez convertirse en “algún otro”. Apenas se vio transformado en esa “otra persona” se sintió muy incómodo ante aquel extraño.

Entonces, comprendió que el cambio por sí solo era vano. Por lo tanto, comió otra baya y deseó volver a ser él mismo nuevamente.

Una vez restituido a su estado original, se percató que todo lo que había ganado realmente con aquellas “experiencias” era por completo diferente de lo que había esperado obtener con los cambios de su persona.

Así fue, que volvió a presentársele el sabio, quien le dijo:

“Ahora que sabes que las experiencias importantes no son las que deseas sino las que necesitas, quizá puedas comenzar a aprender realmente”.

***

Los cambios más duraderos son aquellos que realizamos sobre nosotros mismos, los menos duraderos serán aquellos en los cuales solo cambiamos algunas formas externas. Si realmente queremos aprender, debemos empezar por reconocer que no sabemos, solo entonces estaremos listos para empezar…




REVERDECER 


El aire del norte desnudó los árboles frondosos del estío. Las hojas secas, otrora vivas, tejieron un manto muerto a los pies del tronco desolado. Las ramas, ausentes de nidos y pájaros, cantan tristes su ausencia, arañan estérilmente el cielo vacío.

El pálpito se cierra sobre sí mismo. La vida se hace mínima, pero suficiente. Solo es el sueño del invierno.

Duerme todo, en el silencio, truncado solo por el soplo del viento sonoro, seco y frío.

Pero un día sonaron fuertes los clarines de la tierra parda. Sonaron los benignos aires del mediodía. Dulces caricias calentaron las duras raíces y las cortezas se fueron haciendo tiernas y fecundas. Poco a poco, y de nuevo, la sangre del planeta movió las entrañas del árbol desnudo.

Y en la melodía del nuevo rayo rompieron los recios troncos. Se abrieron, como en un parto, al aire, a la luz, los verdes brotes, como nace el Fénix de su ceniza, como rompe el huevo acunado en el calor.

Verdes hojas, hojas verdes, vida verde de nueva vida, nueva esperanza de verdor. Teje y teje, como maga hilandera ancestral, verdes togas, hábitos verdes.

Reverdece. El pardo gris y frío se muda en verdes, en manos de vida, cabelleras verdes.

Reverdece... y en nuestros corazones, fríos de invierno, retoñan los brotes olvidados, dando a luz millones de átomos de sol.

Del salón en el ángulo oscuro...
De su dueño tal vez olvidada...
Ha vuelto la Primavera.

 

 

 
 
 
   
 
Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
Registrarse gratis